- Lyon reunió, por cuarto año consecutivo, a los mejores escritores del género policial
por Rosana Ricárdez
Un fin de semana dedicado al género policial –como Alfonso Reyes prefirió nombrar la novela de misterio-, con 60 escritores en activo, ratificó la popularidad de la intriga y los crímenes en la literatura, incluidos sus nada desdeñables índices de venta. La ciudad de Lyon acogió por cuarto año el festival internacional Quais du Polar (Muelle del misterio), organizado por instituciones gubernamentales y particulares, donde se corroboró que desde su aparición –con las debidas mutaciones- el género no ha dejado de expandirse. De ello dieron fe los escritores reunidos, provenientes de Islandia, Italia, Noruega, Suecia, Gran Bretaña, Irlanda, Israel, Alemania, España y Estados Unidos –sumados a los de Francia.
Conferencias, encuentros con los escritores, firmas de autógrafos, proyección de películas, obras de teatro, muestras de obra plástica y conciertos se llevaron a cabo en los espacios adaptados del Palacio de las exposiciones: Bondy así como en cafeterías, bibliotecas y foros alternos.
Más allá de las muestras de simpatía con los autores, el festival se caracterizó por la variedad, con la presencia no sólo del negro, sino de matices que enriquecieron los encuentros.
Si se quiere, el festival puede tomarse como una especie de reivindicación en la cual los organizadores mostraron las posibilidades para explorar en el género –emanadas de la diversidad de lenguas, culturas y ambientes-, que lo revelan como un divertimento pero también como un retrato del mundo, un testigo más de su tiempo. De ahí la inclusión del homenaje a la colección Grandes detectives (25 años) y del flash-back sobre mayo del ´68 y su herencia tanto en América como en Europa. De ahí también la presencia de escritores y periodistas estadounidenses como Geroge P. Pelecanos, Jake Lamar y Matt Rees.
DESDE AMÉRICA…
Aunque en Latinoamérica el género policial vio oficialmente la luz ya entrado el siglo XX, gracias a Adolfo Bioy Casares y a Jorge Luis Borges, sus antecedentes se remontan a un pasado incierto.
En Europa, Charles Baudelaire dio a conocer el género con la traducción de los relatos del estadounidense Edgar Allan Poe. Tiempo después, allí mismo surgieron figuras como la del escocés Arthur Conan Doyle, consagrado por el nacimiento de Sherlock Holmes, en 1887. También deben citarse como antecedentes Émile Gaboriau, Gaston Leroux y Georges Simenon, este último se alejó de los esquemas tradicionales de la investigación al introducir retratos sicológicos, aunque desde sus inicios el género gozó de popularidad gracias a que exigía cierta perspicacia del lector y a la intriga del crimen.
No obstante, Estados Unidos se puso a la cabeza en el cultivo del género y modificó su columna vertebral; la importancia de la novela radicaría en la acción. El descubrimiento del thriller, en los años veinte, fue el empuje definitivo.
En los cincuenta, otra modificación. El modus operandi se convirtió en el punto medular. De la misma forma los personajes sufrieron cambios y el lector ya no encontró héroes, sino hombres de carne y hueso, falibles.
Desde esa época, Estados Unidos se convirtió en nutriente del género con cada vez más escritores. A diferencia de los europeos, los americanos se especializaron y mezclaron en sus historias de crímenes acontecimientos sociales y políticos.
Ello justifica su presencia en el festival porque, a decir de los miembros del comité organizador, fueron los antecesores estadounidenses quienes comenzaron a revestir la novela negra del contexto de la época.
A decir del escritor y editor francés Patrick Reynal, en esa parte del mundo dio un nuevo aire gracias a la mezcla de temas vigentes, entre ellos el racismo. No se trataba de escritores políticos sino de unos que describían –y combatían- su realidad, a través de libros y películas.
Pelecanos consideró que esos escritores relataron los avatares del sueño americano, ese que también podía convertirse en pesadilla.
DEL PERIODISMO A LA LITERATURA
Los vasos comunicantes entre el periodismo y la literatura son cada vez más objeto de estudio porque cada vez es más común observar a periodistas saltar hacia el terreno de la creación literaria y, aunque más raro, a la inversa.
El género policiaco no está exento y el festival dio cuenta de ello con la presencia, entre otros, del islandés Arnaldur Indridason.
Durante sus al menos tres participaciones, Indridason dejó en claro que la novela negra como género implica el desarrollo de habilidades más allá de la elucubración de buenos crímenes, y su oficio de periodista lo llevó a descubrir las similitudes de mundos paralelos, precisamente el periodismo y la literatura.
La totalidad de sus novelas tienen como médula un conflicto familiar y el desarrollo sicológico de sus personajes. Más allá, el comportamiento de éstos a partir del conflicto planteado, que es a fin de cuentas el detonante de sus novelas.
A diferencia de los conflictos raciales o económicos de otros países –por ejemplo de Estados Unidos- explicó que él carece de ellos en su contexto nacional porque Islandia se ha convertido de unos años a la fecha en un país primermundista capaz de ofrecer alta calidad de vida para sus habitantes. No es que no existan carencias, pero nadie muere de hambre, aclaró.
Sin embargo, los conflictos en ese país están relacionados con dos temas: la naturaleza y la familia. El primero porque el frío extremo que provoca la desaparición de personas cuyos cuerpos sepultados por las constantes tormentas de nieve o derrumbes son encontrados, en el mejor de los casos, hasta meses después. El segundo porque al menos en lo que a él se refiere, sus historias ven origen en la violencia conyugal.
La presencia de Indridason en el festival fue fundamental en tanto representa el resurgimiento del género en Islandia, en un estilo sucinto porque “en mis historias no me gusta la poética interminable”.
Y se dice resurgimiento porque aunque antes de él no existió otro creador de novela negra islandés, al menos en cincuenta años, los orígenes del género en su país se remontan al siglo IX, con las llamadas Sagas, también en lenguaje sucinto.
En caso similar se encuentra Gene Kerrigan. Periodista en activo, en Dublín, que hace veinte años pasó de la redacción de notas diarias a la de novelas negras. Cierta perspicacia lo llevó a deshacerse del cliché del personaje-periodista sabelotodo. Su secreto, según contó, radica en la creación de personajes y circunstancias, no en crímenes. Escogió el género porque fue el único que encontró para exponer situaciones sociales, una especie de surrealismo social. La inserción de sus historias en el contexto de la sociedad irlandesa es casi inconsciente, comentó.
Para el estadounidense Matt Rees (conocido por sus trabajos sobre Medio Oriente) la novela negra resultó la forma más democrática para contar la realidad de su mundo. El colaborador de Belén lo lanzó a la fama gracias a la serie de confesiones de un amigo en Palestina que lo inspiró a crear el personaje Omar Youssef.
DEL TRAUMA A LA REHABILITACIÓN
Nick Stone, escritor haitiano-escocés y católico-judío, llegó al género negro de forma diferente porque para él significó una especie de rehabilitación ante el shock cultural que las vivencias en sus cuatro mundos le dejaron. Criado en Escocia hasta los cinco años, emigró a Haití con sus abuelos donde conoció la pobreza. Caso nada extraordinario, sólo que a diferencia de otros utilizó todos los elementos a su alcance para escribir y crear una particular forma de novela negra donde comparó y sincretizó esos mundos, en un lenguaje entendible para su pueblo haitiano, porque “para él escribo, aunque muchos no lo entiendan porque no saben leer ni escribir”.
Desde Estados Unidos, Pelecanos también estuvo confrontado a dos realidades. Originario de Washington D.C. adonde ocho de diez habitantes son negros, pasó su infancia entre basquetbol y la tienda de snack de su padre, un emigrante griego. Sin embargo, no se trata de otro sueño americano cumplido porque de cualquier manera tuvo recursos económicos para ir a la Universidad y, tiempo después, fundar Circle films, que entre otras películas distribuyó primer largometraje de los hermanos Coen (Blood simple).
Los personajes cumbre del escritor son Nick Stefanos, los integrantes del D.C. Quartet –comparado al L.A. Quartet de James Ellroy-, y el dúo blanco y negro integrado por Dimitri Karras y Marcus Clay.
Su pluma es disputada en la actualidad por el New York Times, el Washington Post y la revista GQ.
PROMOCIÓN LOCAL
Pero ya que el festival se desarrolló en Francia, los organizadores ofrecieron un espacio amplio a sus escritores: Tonino Benacquista, Abdel Hafed Benotman, François Boulay, Frabrice Bourland, Hannelore Cayre, Antoine Chainas, Didier Daeninckx, Pascal Dessaint, Caryl Ferey, Catherine Fradier, Sylvie Granotier, Françoise Guérin, Éric Halphen, Claude Izner, Marcus Malte, Claude Mesplède, Viviane Moore, Guillaume Musso, Patrick Pécherot, Jacques Ravanne, Patrick Raynal, Romain Sardou, Romain Slocombe, Jean-Marc Souvira y Dominique Sylvain.
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