viernes, 9 de mayo de 2008

El complot del silencio


por Rosana Ricárdez


Releer a Césaire implica un análisis histórico de la bibliografía acerca de la colonización y el racismo, ante el aire que cobra la búsqueda para romper el silencio sobre las injusticias cometidas durante la colonia –sin excluir las etapas siguientes-, y encontrar alternativas para la edificación de un mundo mejor.
No se trata tanto de innovar como de releer lo que con anterioridad ha sido analizado, es decir, inmiscuirse en el tema sin negar la bibliografía existente, puesto que durante años no han sido pocos los historiadores empeñados en cuestionar los estragos del colonialismo.
Sin ser historiador, pero sí receptor del fenómeno colonizador, Aimé Césaire hizo suyo el tema y se empeñó en revelarlo a quine quiso escuchar. Aunque con imprecisiones y/o desaciertos, el martiniqués dejó un legado ideológico respecto de su raza y de su identidad. Una de las últimas entrevistas que concedió cobró la forma de libro en “Negro soy, negro permaneceré”, realizado por la especialista en Ciencias Políticas de la Universidad de Londres, Françoise Vergès. En él, ambos analizan la situación del mundo que detonó el pensamiento del martiniqués, desde su entorno durante su infancia, hasta su llegada a Francia, ese mundo que idealizó y que a fin de cuentas le sirvió para confrontarlo con la realidad, con el racismo y con la desorientación de un país colonizador.
Lo anterior condujo a Césaire a asumir una actitud crítica ante Francia y los franceses respecto de su propia identidad y la de sus colonias, convertidas en Departamentos de ultramar desde 1946.
El martiniqués siempre consideró que Francia tenía dificultades para admitir las diferencias, trátese de las que se traten, y que en ello reside mucho de sus problemas.
(Aquí fragmentos de esa entrevista.)
“Francia hace lo que puede, se las arregla. Tiene problemas ligados a su historia, pero a fin de cuentas problemas que se empeña en aclarar. Cada pueblo europeo tiene su historia y es la historia que ha forjado la mentalidad francesa tal como la conocemos hoy.
Está el ejemplo de los ingleses, tienen una mentalidad propia. Pregunten a un dominicano: ¿quién eres? Soy dominicano. Pregunten a un antillano y contestará: soy francés. Los antillanos anglosajones no pueden decir que son ingleses porque Nobody can be an Englishman (en inglés en el texto original). Nadie puede ser inglés salvo que haya nacido en Inglaterra. El racismo coexiste sólo si se acompaña de una concepción del hombre y del respeto a la personalidad del otro, lo que hizo que hubiera mucha menos asimilación en las colonias anglosajonas que en las francesas.
“Los franceses creyeron en la universalidad y para ellos no hay más que una civilización: la suya. En tanto colonia, nosotros también lo creímos. Pero en esta civilización encontramos salvajismo y barbarie. Y esta jerarquía es la misma en todo el siglo XIX francés. Los alemanes y los ingleses comprendieron, mucho antes que los franceses, que la civilización no existe. Lo que existen son civilizaciones; hay una europea, una africana, una asiática, y todas están formadas por culturas específicas. Dicho de otro modo, en cuanto al tema, Francia es un país atrasado.
“Hoy es necesario confrontarse a una diferencia cultural. Pero es la historia quien obliga. Durante mucho tiempo se dijo “Argelia es francesa”, pero no es cierto y un día los franceses se encontraron ante el problema argelino, ante el problema africano. Es la historia la que terminó de modificar las cosas, pero nosotros, los martiniqueses, ya habíamos tenido ese presentimiento.”
Aunque el discurso oficial decía que los antillanos eran franceses, fue hasta 1946 cuando las colonias se convirtieron en departamentos y con ello sus habitantes pudieron gozar de los mismos derechos que los franceses, porque ahora lo eran.
La historia fue otra.
“Si somos franceses entonces dennos el salario de los franceses, sus prestaciones familiares, etcétera. ¿Cómo enfrentar esta lógica?
Fue entonces que Vergès, Girard y yo presentamos el proyecto de departamentalización. Fui el primero en emplear el término.
“Nunca alguna ley fue tan popular. Convirtiéndonos oficialmente en franceses, seríamos beneficiarios de las prestaciones familiares, de permisos pagados, etcétera; los mismos funcionarios martiniqueses estuvieron interesados por el aspecto social. ¡Queríamos ser europeos! Pero (los franceses) se resistieron hasta donde pudieron. Terminaron por aceptarla.”
Aunque en 1848 los franceses reconocieron la igualdad de los habitantes de las entonces colonias como ciudadanos, sólo fue en el discurso. Hasta 1946 los habitantes de Martinica, Guadalupe, Reunión y Guyana –también los africanos- se preguntaron sin cesar, ¿quiénes son ustedes si nos reconocen como iguales pero somos excluidos de nuestros derechos? Dicho de otra forma, ¿cuál es esta igualdad universal que sólo se aplica a ciertos individuos?
Pese a la relevancia que debió tener la departamentalización, ni la prensa ni fuera de las fronteras de las antiguas colonias tuvo eco la noticia.
Y es que esa fecha no se recuerda como “fecha política”, sin embargo, su exigencia de igualdad cuestiona la alteridad.
En el 2008, la pregunta sigue en el tintero: ¿es posible ser iguales y diferentes en cuando se habita un mismo territorio?
Para Césaire la mentalidad colonial persiste.
“Europa está convencida que con la colonización benefició a los africanos. Ahora conocemos la brutalidad que se ejerció también contra los americanos. Pero no sólo los occidentales fueron los únicos en padecerla, los rusos, por ejemplo, tienen su historia. Hoy, el peligro está donde sea. Mañana nos daremos cuenta que lo mismo pasó con los chinos. Es la historia. China se convertirá en la mayor potencia mundial.” (Vegès, Françoise. Nègre je suis, nègre je resterai. Albin Michel. 2005)
De este hombre vale la pena releer su vida política, una vida política ligada a la poética, esa poética en la que definió su negritud como: “suma de experiencias; manera de vivir la historia dentro de la historia, la historia de una comunidad cuya experiencia parece unida a deportaciones, a asesinatos, a desplazamientos de un continente a otro. Pero también es una toma de conciencia de la diferencia como memoria, como fidelidad y como solidaridad: Rechazo a la opresión. Negritud es combate y revuelta contra el sistema opresor, contra el reduccionismo europeo.”


De Aimé Césaire:

Poesía:
Cahier d´un retour au pays natal. Paris. Présence Africaine, 1930, 1960.
Soleil cou coupé. Paris, Éd. K, 1948.
Corps perdu. Paris. Éditios Fragrance, 1950.
Ferrements. Paris, Seuil, 1960, 1991.
Cadastre. Paris, Seuil, 1961.
Les Armes miraculeuses. Paris, Gallimard, 1970.
Moi Laminaire. Paris, Seuil, 1982.
La Poèsie. Paris, Seuil, 1994.

Ensayos:
Discours sur le colonialisme. Paris. Présence Africaine, 1955
Toussaint, Louverture. La Révolution française et le problème colonial. Paris. Présence Africaine, 1961-1962.
Víctor Schoelcher y l´abolition de l´esclavage. Lectoure, Éditions Le Capucin, 2004. (Réédition de l´ouvrage Esclavage et colonisation, 1948).

Teatro:
Et les chiens se taisaient. Paris, Présence Africaine, 1958.
La Tragédie du roi Christophe. Paris, Présence Africaine, 1963, 1993.
Une Tempête, d´après La Tempête de Shakespeare : adaptation pour un théâtre nègre. Paris, Seuil, 1969, 1997.
Une Saison au Congo. Paris, Seuil. 1966, 2001.

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