viernes, 9 de mayo de 2008

¿El amado dejó de existir?


      • Francia, donde el racismo no es mito ni souvenir
      • Tras la muerte de Aimé Césaire, los términos racismo, identidad, francofonía y negritud, en la mesa de discusión


      “Donne-moi la foi sauvage du sorcier”

      Aimé Césaire


      por Rosana Ricárdez


      BB King, Miles Davis, Louis Armstrong, Little Richard, Buddy Guy, Aretha Franklin, Marvin Gaye, Dizzy Gillespie, Ray Charles, Fats Domino, James Brown… la lista es larga. Se trata de los nombres más sonados en la escena musical mundial. Nombres cuyos propietarios tienen dos aspectos en común, el primero es que son grandes músicos; el segundo, que son negros.
      ¿No lo notaron los millones de blancos que escuchan, tararean, admiran e incluso imitan el estilo?
      ¿Se escucha, en tanto hombres y/o mujeres, el color de su piel en su creación musical? Entonces, por qué se reniega de los millones de negros en el mundo, por qué, en pleno siglo XXI, es necesario poner en la mesa de discusión temas como la discriminación y el racismo.
      La mañana del jueves 17 de abril se dio a conocer la muerte de Aimé Césaire, uno de los grandes poetas de la lengua francesa y también uno de los hombres más polémicos de la historia gracias a su lucha social contra las injusticias enraizadas en el racismo.
      Heredero del colonialismo, Césaire acuñó el término negritud para identificarse como negro, como ser humano y como habitante de la Tierra, con los mismos derechos que los blancos. Esos blancos que pueden admirar el talento de músicos negros, pero que no permiten su ingreso a una sociedad creada sólo para ellos.
      Las condolencias al pueblo de La Martinica por parte de jefes de Estado no se hicieron esperar. Tampoco las del mismo presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, quien reconoció la pérdida. El mismo Sarkozy a quien Césaire desairó al apoyar la candidatura de Ségolène Royal a la presidencia de la república francesa el año pasado, entre otras afinidades, por su postura frente al tema de la integración racial.
      Sea por imagen política, o sea por convicción, la actitud del presidente debe conducir, por lo menos, a una reflexión sobre las diferencias raciales en la Francia de este siglo.
      Y sólo así quizá la muerte de Césaire resulte pertinente para poner en la mesa de discusión ese tema incómodo, aquel asunto del racismo que muchos prefieren dejar al final de la agenda. Si bien este caso concierne directamente a Francia y a sus antiguas colonias, Las Antillas entre ellas, ningún país del continente americano o de los otros cuatro del mundo está excluido.
      El punto es que Césaire será recordado por una actividad política estrechamente ligada a su obra poética, esa en la que expresó su compromiso con la humanidad y con su raza; esa en la que reveló su negritud; esa en la que lamentó injusticias a causa del color de piel.
      Por eso Césaire se encuentra entre uno de los más grandes pensadores de habla francesa. Dos obras lo hicieron pasar a la historia: Discours sur le colonialisme (Discurso sobre el colonialismo) y Cahier d´un retour au pays natal (Cuaderno de un regreso al país natal), escritas en el siglo pasado pero que sin duda tienen eco por su tema: la trata de negros y la esclavitud, los cuales establecen hilos conductores a conceptos generales como el racismo y la identidad.

      SU NEGRITUD
      ¿Qué establece la diferencia entre un hombre y otro? ¿Qué hace que un hombre sea recordado a su muerte?
      Si no es el color de la piel, tal vez los matices de su pensamiento.
      Con la controversia posible, Aimé Césaire no sólo encontró su respuesta sino que empeñó la vida en revelarla a la humanidad hasta el último día, desde la Martinica que lo vio nacer, en 1913. Una Martinica que odió en su juventud por estar llena de hombres “superficiales, un poco snob, con los prejuicios de los hombres de color de otros tiempos. Nada de eso me gustaba, y debo decir que me fui de La Martinica con delectación. En el fondo me decía: allá seré libre, leeré lo que se me antoje.” (Françoise Vergès. Aimé Césaire Nègre je suis, nègre je resterai. Albin Michel, 2005)
      Y en su huida a Francia encontró un alivio, el mismo que tiempo después lo recondujo a su lugar natal.
      El homenaje del que fue objeto el domingo pasado en Fort-de-France –y los que vendrán-, deberá forzar al mundo a una relectura, si no un análisis, tanto de su obra como de los testimonios del colonialismo en una época en la cual discusiones en torno a la esclavitud, el racismo y el respeto a las diferencias resucitan (¿acaso habían muerto?), entre otras causales, por iniciativa de pensadores e intelectuales que someten a escrutinio la libertad, igualdad y fraternidad de Francia y, en general, de cualquier colonizador.
      Y es que los textos sobre el colonialismo merecen sin duda una relectura en tanto pueden explicar algunos porqués del presente (relación pasado colonial-presente, causa-efecto).
      Césaire declaró en varias ocasiones que todo lo había dicho y escrito en su poesía. Pero si hay que atribuirle un calificativo debe ser: complejidad porque su poesía no es sencilla de entender. Sin embargo, esa misma complejidad denota, por paradójico que parezca, una simpleza extraordinaria capaz de hacerla comprensible a cualquier persona.
      Este precisamente fue el objetivo de Césaire (de ahí que escribiera teatro), que su gente la entendiera para que a través de ella despertara; que los dirigentes políticos pudieran reconocer el problema racial heredado por el colonialismo y, claro, comenzar a barrer mitos e injusticias.
      Este martinico hizo de la poesía el modo de insurrección contra la opresión que el colonialismo ejercía (ejerce) en su tierra.
      El análisis de su propia identidad llevó a Césaire a escribir ensayos sobre identidad nacional, sobre el hecho de ser negro, de haber nacido en una colonia francesa (hoy Departamento de ultramar) y de saberse diferente por su cultura. Entonces el racismo era tema fundamental y por ello creó el término negritud cuando en el mundo se gestaba otro opuesto, el de la raza aria.
      Encontró influencia en la obra de Víctor Hugo, Racine, Homero, Virgilio, Corneille, Lamartine, Claudel y de los surrealistas, aunque especial identificación con Rimbaud porque éste dijo: Soy un negro. Sin embargo, buscó escritores de una civilización moderna. Ninguno de los nombres citados se le otorgó. De ahí que los escritores negros americanos le significaron una revelación, por el orgullo de ser negros y por la conciencia de pertenecer a una cultura, específicamente Langston Hugues y Claude McKay.
      El propio Césaire confesó que fueron los primeros en afirmar su identidad, porque los franceses tendían a la asimilación.
      Entonces estuvo dispuesto a llevar a cabo su propia doctrina resumida en “Negro soy, negro me quedaré”. Pero sin caer en el racismo negro, siempre en el respeto al otro, al blanco.
      En una entrevista con la profesora de Ciencias Políticas de la Universidad de Londres Françoise Vergès, Césaire dijo: “La civilización europea construyó una doctrina: hay que asimilar a la Europa. La rechazo, antes que nada hay que ser uno mismo. Para mí la asimilación implicaba una alienación, nada más grave que eso.
      “Existían dos Martinica, la de la civilización, la de los békés, de feudales, de burgueses, negros y mulatos, y la del campo, la del campesino, ésta era más auténtica que la primera.”
      La Martinica heredada a Césaire no ha cambiado mucho. Si bien con sus medios logró concretar algunas mejoras, su lucha contra el racismo ha sido seguida por algunos políticos como simple demagogia, porque si otro fuera el caso Francia misma no enfrentaría problemas en sus barrios. ¿Ya se olvidaron las revueltas y la quema de autos del 2005?
      Acaso un homenaje resulta suficiente cuando en Francia lo que menos se reconoce es el derecho a las diferencias y el racismo no es mito ni souvenir.
      Grupos periodísticos organizaron mesas de discusión para que no sólo la muerte sino la obra completa de Césaire tenga alguna repercusión, ya no sólo en los círculos intelectuales y académicos, sino políticos. El objetivo es suscitar un viaje al interior de la conciencia, de la fraternidad que une a los seres humanos sin importar su color.
      “Francia no es el Estados Unidos de la segregación. Al menos allá los negros supieron organizarse en el siglo XIX. La negritud en Francia es una tentativa de organización de reflexión, pero está limitada a un círculo intelectual porque el modelo republicano no ha integrado a las minorías”, consideró el escritor Daniel Picouly.
      Para finalizar, la cita al abad Henri Grégoire hecha por Césaire en el discurso pronunciado al inaugurar la plaza que lleva el nombre del primero en La Martinica, el 28 de diciembre de 1950: “Hace mucho tiempo que los indígenas de África y América hubieran desarrollado civilizaciones mucho más avanzadas, si le hubiéramos dedicado la centésima parte de esfuerzo, dinero y tiempo que hemos consumido en atormentar y estrangular a esos millones de desdichados, cuya sangre reclama venganza contra Europa”.
      Y es que después del triunfo de la Revolución francesa en 1789, bajo el lema Libertad, igualdad, fraternidad, las colonias francesas fueron excluidas de los derechos conquistados. En otras palabras, la revolución no fue “exportada” a las colonias, específicamente a los hombres de color.

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