viernes, 5 de septiembre de 2008

¿Mes patrio?


Rosana Ricárdez
Al menos en México, septiembre suele ser denominado el mes patrio. Es evidente que la palabra indica un amplio concepto. Pero, ¿qué tan cierto es el patriotismo de los mexicanos, se está consciente de la historia que implica y dicho patriotismo, en tanto se dice real, alcanza diversos aspectos de la vida o sólo se adopta una noche para guardarlo cual árbol de Navidad hasta el septiembre siguiente? Quienes se ufanan por demostrarlo –sobre todo en lo que a líderes políticos se refiere- ¿llegan a sentirlo o lo ejercen como control?
Pues para quien aun en estos tiempos se resista a creerlo, es real que ciertos componentes sociales existen para mantener el control de la sociedad. Ninguna relación con la religión o el deporte (o con las medallitas de oro de moda), nada de eso. Esto tiene una relación directa con un patriotismo que se vive sólo en septiembre o sólo cuando México queda bien ante el mundo.
Pero creo que los mexicanos no tienen de qué preocuparse porque las habas se cuecen en el mundo por igual. Eso lo más preocupante. Sin tono a catástrofe, es real que la esperanza del mundo se acaba. Antes las inmigraciones eran la opción, pero hasta el mundo se acaba y cada vez queda menos lugar para huir. Para desgracia de la población en general, los dirigentes políticos que los ciudadanos eligieron son usados para votar y después son botados. Éstos –me refiero a la clase política- abusan de la inteligencia de la gente, o quizá sólo la menosprecian, porque cada vez más puede percibirse el desparpajo con que se burla. Que si Letizia se operó la nariz, que si Sarkozy contrajo nupcias con Carla Bruni –aunque ya sea chisme viejo, la sociedad francesa lo cargará hasta el último día de mandato de Nicolas-, que si Ingrid Betancourt debe su vida y bienestar a Sarkozy –aquello del bienestar nadie lo niega, seguramente después del teatro montado buena vida no le falta.
El punto es que cada fiesta nacional es un cristal cuyo resplandor depende de la perspectiva.
En Francia el 14 de julio, en México el 15 de Septiembre…
Para recapitular: resulta paradójico, o al menos curioso, que el pasado 14 de julio diversos jefes de Estado, en su mayoría de la Unión Europea (UE), hayan asistido a la ceremonia conmemorativa de la Revolución Francesa y de la promulgación de la Declaración de los Derechos del Hombre, a invitación del presidente francés Nicolás Sarkozy. Paradójico porque a cada uno se le vio con una sonrisa en los labios: ¿Amnesia o burla?
Basta recordar que si en Francia el 14 de julio de cada año se realiza un desfile no es sólo para celebrar a la armada del país, sino para recordar la promulgación de una de las declaraciones más significativas para la historia del individuo en tanto se reconoció el derecho de igualdad ante la ley.
La historia de las paradojas comienza justo con la promulgación de los Derechos del Hombre porque tras el triunfo de la Revolución francesa en 1789, bajo el lema Libertad, igualdad, fraternidad, las colonias francesas (ahora departamentos de Ultramar) fueron excluidas de los derechos conquistados. En otras palabras, la revolución no fue “exportada” a las colonias, en específico a los hombres de color, a pesar de que el primer artículo dicta: “Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en sus derechos. Las distinciones sociales no pueden estar fundamentadas salvo en el beneficio común.”
¿Cómo se espera que a casi tres siglos de estos hechos, los llamados derechos fundamentales para los individuos sean respetados en Francia?
La conmemoración de la Revolución Francesa y de la promulgación citada resulta paradójica porque en junio pasado la llamada Directiva del Retorno –aprobada por la UE– legitimó la detención y expulsión masiva de inmigrantes ilegales. En otras palabras, aprobó una ley que da luz verde a los gobiernos europeos para violar los derechos humanos, ya que, entre otras acciones, permite el encarcelamiento de inmigrantes –niños y/o adultos– hasta por año y medio y la deportación a sus países de origen, donde sus vidas corren peligro.
Paradójico resulta que para Nicolás Sarkozy (quien actualmente encabeza la UE) esta ley sea insuficiente y que haya propuesto una alternativa que lejos de solucionar el conflicto promueve la adopción de medidas comunes para controlar los flujos migratorios (propuesta llamada Pacto Europeo de Inmigración y Asilo).
Paradójico que este festejo haya tenido lugar, como si nada hubiera sucedido, tras el “Drama de Carcasona” (donde un militar disparó accidentalmente contra 17 personas) y tras la anunciada reforma que prevé la supresión de 54 mil puestos en los siguientes siete años.
Paradójico resulta que esta nación celebre la igualdad de los hombres –se olvidó especificar cuáles- cuando en Darfur se padece aún una guerra donde está implicada la milicia francesa y los gobiernos de Occidente (Estados Unidos no está excluido).
Paradójico que en la nación de quien en otra época escribió “J´accuse” (Acuso), Emilio Zolà, estas arbitrariedades se sucedan sin que los grupos intelectuales -y qué decir de los medios de comunicación- levanten la voz. (Tema aparte el papel de los intelectuales en esta época. La situación fue denunciada desde 1927 en La traición de los intelectuales, de Julien Benda. El hecho no deja de ser triste.)
Pese a lo anterior, la toma de la Bastilla fue conmemorada como se acostumbra desde la instauración de la Tercera República, con fuegos artificiales y una comida para los jefes de Estado.
…Al final del día, la conmemoración se convierte en una “bonita” fotografía de Nicolás Sarkozy y Carla Bruni junto a un niño con capacidades diferentes.
¿Y nuestra fiesta?

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