Rosana Ricárdez
Mientras en Inglaterra, Estados Unidos, Francia, India e incluso China, por citar algunos países, los debates en torno al mundo editorial versan sobre la digitalización de su fondo en bibliotecas –respeto al derecho de autor- y los lectores portátiles de libros (e- book reader), en México… ¿qué pasa con la lectura?
Tan sólo el año pasado, según las estadísticas publicadas (¿cinismo?) por la Secretaría de Educación Pública (SEP), México ocupa el último lugar de las 30 naciones que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), lo cual, por extensión, se traduce en que el programa de fomento para la lectura y el libro de dicha secretaría –aún si este año lleva otro nombre: México lee- ha sido de poca utilidad, o al menos los resultados no se reflejan todavía.
¿Hasta cuándo?
Al parecer este hasta cuándo ya tiene respuesta, o al menos la SEP, a través del Consejo Nacional de Fomento para el Libro y la Lectura como órgano consultivo, estableció como plazo el 2012. El objetivo: disminuir los rezagos educativos, y para alcanzarlo, la primera etapa consiste en establecer medidas que ayuden a la población a acceder a la cultura y al libro, es decir, medidas “concretas” –como la alfabetización- para que los mexicanos tengan la oportunidad de educarse, en el amplio sentido de la palabra.
Sin duda alguna, cumplido el plazo tal programa deberá ser sometido a evaluación. Por lo pronto, uno de los apartados más polémicos (el precio fijo) está por entrar en vigor –sólo se ha retrasado por carecer la ausencia del reglamento que establezca las sanciones contra las librerías que incumplan la norma.
A fin de cuentas, esto refleja que la SEP descubre –en el siglo XXI- que sólo la educación podrá sacar adelante al país. Una vez superado el obstáculo de la alfabetización… la difusión.
Sin embargo se mueve: realidades
Al menos una vez en la vida los mexicanos han escuchado la frase que en su país no se lee. Los programas estatales y federales para el fomento al libro y la lectura ocupan si no un lugar importante en la agenda de los políticos, sí uno en el discurso oficial –demagogia al fin y al cabo. Para ninguno de esos políticos es extraño el hecho de que la educación es el único recurso que puede sacar adelante a un país y, sobre todo, que la gente cobra cada día más conciencia de ello y, en consecuencia, lo ha convertido en una de las mayores exigencias ante la clase gobernante.
Como siempre, al término de las campañas –federales, estatales, municipales- las promesas se esfuman; sólo la necesidad permanece.
¿El problema? ¡Por dónde empezar! La ineficacia de los planes de lectura; la ineficiencia de quienes hasta el momento se han encargado de ponerlos en marcha.
Lo anterior explica las causas por las que en México no se puede comenzar a elucidar disputas más profundas en torno a cómo se lee y, de la mano, en torno a los derechos de quienes intervienen en la elaboración de un libro, los del autor, en primer lugar.
Ante ello, vale la pena preguntarse si el simple reconocimiento de que la lectura y la escritura como vía para el pleno ejercicio de la ciudadanía es anacrónico.
Según las frases destacadas en el plan de lectura “México lee desde hace mucho tiempo y de diversas formas. ¡Ahora vamos porque lea más y mejor!”.
Llegado este punto, no está de más echar un vistazo a lo que sucede en otros países de economía emergente, dígase al azar: China.
El caso de este monstruo asiático es devastador. Mientras en México existen 450 ferias del libro –de lo cual habría que someter a escrutinio su utilidad- y 203 editoriales, para un total de 103 millones 263 mil 388 mexicanos, que significa 508 mil 687 habitantes por editorial, China tiene 570 editoriales[1]. Pero como no se trata de dejar impávido con cifras, baste decir que los chinos han aprehendido, paulatinamente, el gusto por la lectura y ello se refleja en su crecimiento, tanto cultural como tecnológico y, no está de más especificarlo, económico.
Si la economía china creció –y sigue creciendo- no es gracias a la generación espontánea sino la consecuencia de un desarrollo cultural intrínsecamente relacionado a la lectura. No se trata de sacralizar y enaltecer las lecturas de los chinos –también ellos han hecho de los libros de superación personal su pan nuestro de cada día-, pero sí de reconocer que mientras se lea y se apliquen los conocimientos, habrá un desarrollo grupal, entiéndase nacional. El secreto está en el cómo, en la puesta en marcha y eficacia de programas culturales, y en su continuidad.
Los chinos han sabido aprovechar cada medio de difusión. La televisión, por ejemplo, ha resultado de gran utilidad gracias a su política de apertura a programas culturales. “Consultorio de lectura” es una de las emisiones de la televisión abierta con más audiencia, desde el 2001, en la que un presentador comenta, detrás de su escritorio, asuntos históricos y/o filosóficos, con lenguaje accesible y seriedad. Este éxito hizo que las editoriales viraran la dirección y comenzaran a atender a un público en nacimiento. Nicho seguro.
Cabe mencionar que China no ha sido siempre una de las sociedades más cultas: la riqueza china surgió del trabajo de su población, de una clase burguesa que se mató trabajando sin tener tiempo para su instrucción académica. No obstante, una vez enriquecida, esta clase sintió la necesidad de crecer intelectualmente. De ahí su interés ante la lectura. En 2007 y 2008, los libros de mayor venta fueron aquellos ligados a la literatura clásica, filosofía, historia, bellas artes y economía, sin descartar los de superación personal, sicología y medicina tradicional.
¿Cuál secreto? En realidad sólo se trata, según cierta perspectiva, de la ley del mercado oferta-demanda: la población pidió ser instruida y todos los sectores culturales se unieron para satisfacer dicha necesidad, hasta la televisión: el que tiene oído para oír, oiga.
La digitalización y el debate Kindle
Sea como sea, el punto es que México no podrá satisfacer una demanda sin una oferta, y viceversa. Ya se verá el resultado de la aprobación –al fin- de la Ley de fomento al libro y la lectura y, en específico, de la cláusula del precio fijo.
Es un hecho que no se podrá tener debates más congruentes con este siglo sin una debida difusión cultural. Ahora bien, habrá que prepararse para las excepciones y los problemas específicos que surjan a partir de la aplicación de la ley pues en países como Francia, donde una similar funciona desde los ochenta, las editoriales oponen cada vez más resistencia, y ello ha obligado a una revisión y eventual replanteamiento del precio único: las pequeñas librerías –pequeñas en oposición a las grandes cadenas como fnac, Decitre o incluso Virgin- tiemblan.
Y es que incluso en los países primermundistas el acceso al libro se ha complicado. La crisis –así como los efectos de la globalización y el capitalismo- es mundial.
Otro de los problemas a sortear es la digitalización del fondo de las bibliotecas, empresa con google a la cabeza, que ha suscitado opiniones encontradas y reflexiones desde las entrañas sobre la democratización de la cultura y la oportunidad de todos los seres humanos a la información.
Aunque ha sido en estos últimos años cuando la polémica ha alcanzado mayores repercusiones, la digitalización de las bibliotecas comenzó desde 2004 y se ha extendido al mundo, es decir, no sólo la Unión Europea en su afán de democratizar a sus miembros está implicada, sino también algunas bibliotecas de México.
El argumento principal es el acceso a la cultura, sin embargo, también se trata de un monopolio de información, quien la controle tendrá más poder, ¿acaso el sueño de Jorge Luis Borges relatado en La Biblioteca de Babel?
Pues esto no fue sueño para los directivos de Google Print que desde el 2004 pusieron manos a la obra y pactaron digitalizar, en un periodo de seis años, quince millones de volúmenes de las bibliotecas de Stanford, Michigan, Harvard, Oxford más la bliblioteca pública de Nueva York. No contentos con el desafío, se lanzaron al viejo continente donde sedujeron y convencieron a Jean-Noël Jeanneney, presidente de la Biblioteca nacional de Francia, para digitalizar no sólo su fondo sino el de las bibliotecas nacionales de quienes integran la Unión europea.
El debate sigue en el tintero porque la cuestión es de fondo: el libre acceso al conocimiento, a un googlazo de distancia.
Aunque aparentemente lejos del debate, algunos países latinoamericanos –incluido México- están implicados a partir del proyecto World Digital Library, que sin ser lo mismo es igual, pues éste incluye los fondos antiguos de las bibliotecas. La Palafoxiana, en Puebla, está más que implicada (Proceso 1675, p. 61).
Y entre globalización, ostentación de la información y monopolios cabe traer a colación la revolución digital de Amazon con su Kindle, un lector digital portátil de libros que desafía al mercado editorial al ofrecer, en la comodidad de una pantalla (digital) especial, cualquier cantidad de libros, tantos como una memoria de 256 Mo puede almacenar (equivale más o menos a 200 libros de 180 páginas), con un tamaño de 18 por 13cm y peso de 300 gramos, con un costo inicial de 5 mil 800 pesos (399 dólares, aunque para este año, debido a la competencia, roza los 300). El monopolio del Kinlde radica en los libros que la librería ofrece en exclusiva, pues son títulos que sólo se encontrarán a través de amazon (¿derechos de autor?) y por lo tanto sólo puede bajar (copiar) desde ese sitio a cambio del pago del servicio. No obstante, sony y compañías francesas de telefonía celular, como orange, intentan convertirse en competencia.
¿Democratización de la información, de la cultura, del acceso a éstas…?
Fuentes: http://lectura.dgme.sep.gob.mx/documentos/Mexico_Lee.pdf
http://bbf.enssib.fr/
http://www.mati.unam.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=397&Itemid=1
http://www.booksmag.fr/
http://www.rsf.org/rubrique.php3?id_rubrique=701
http://mx.youtube.com/watch?v=BKUKQ7QqOHw
[1] China cuenta con una población aproximada de mil 300 millones de habitantes, entonces la comparación México-China en cuanto al número de editoriales sólo cabe en tanto se considere que los dos países atraviesan crisis que los obligan a diseñar estrategias económico-político-sociales para levantarse. Por otro lado, innegable es el cerco de información que existe en China, reflejo de la dictadura. Baste citar la represión con los periodistas –notables casos denunciados por Reporteros Sin Fronteras.